Petro, EE. UU. y los límites del discurso soberano

 

Columna de opinión 

Diego Ramírez Oyola

La reciente revocación de la visa del presidente Gustavo Petro por parte del gobierno de Estados Unidos marca un momento delicado en la relación entre ambos países. Aunque el presidente colombiano ha insistido en la necesidad de que Colombia actúe con soberanía, sus declaraciones —especialmente sobre Palestina y la desobediencia militar— cruzaron una línea que, para Washington, resultó inaceptable.

Petro busca redefinir el rol de Colombia en el escenario internacional, alejándola del “apéndice de la Casa Blanca” que él denuncia. Esta narrativa conecta con sectores que reclaman una política exterior más independiente. Sin embargo, las formas importan. Y cuando la diplomacia se convierte en discurso ideológico, los riesgos son reales: se deteriora la confianza, se tensan los lazos comerciales y se compromete la cooperación en seguridad.

Es legítimo que Colombia aspire a una mayor autonomía, pero no se puede construir desde la confrontación permanente. Si el Gobierno quiere diversificar alianzas, debe hacerlo con estrategia, sin dinamitar puentes clave como el de EE. UU., que sigue siendo nuestro principal socio económico.

La soberanía no se grita, se ejerce con inteligencia. Y eso implica saber cuándo hablar fuerte… y cuándo negociar con cabeza fría.

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